La IA no lo va a automatizar todo, que no te engañen

Hablemos de lo que está de moda: LA IA. Sí, en mayúsculas, porque últimamente parece el dios de nuestro día a día, el nuevo tótem tecnológico al que todo el mundo reza o teme.

José Daniel Martín

11/18/20255 min leer

La IA no lo va a automatizar todo, que no te engañen

Hablemos de lo que está de moda: LA IA. Sí, en mayúsculas, porque últimamente parece el dios de nuestro día a día, el nuevo tótem tecnológico al que todo el mundo reza o teme. Es la moda del momento aunque, paradójicamente, lleva siendo tendencia desde hace décadas. Siento decírtelo así, en seco: la inteligencia artificial no nació ayer, ni se inició con cuatro programas que ahora nombramos como si fueran celebridades digitales, ChatGPT, Midjourney, DALL·E o cualquier otra herramienta viral de turno. No. La IA lleva implementándose años, silenciosamente, en sistemas que usamos sin darnos cuenta.

De hecho, si nos ponemos puristas, pero puristas de verdad, y partimos desde el concepto base, si buscamos la raíz léxica, interpretamos su semántica y la analizamos en el contexto técnico… la inteligencia artificial no es más que un conjunto de métodos, modelos y simplificaciones artificiales diseñadas para ayudarnos, para automatizar partes de procesos, para hacer más eficiente lo cotidiano. Y sí, dije ayudarnos, no sustituirnos. Porque por mucho que algunos evangelizadores tecnológicos quieran venderte la idea de que la IA va a automatizar TODO, la realidad es diametralmente opuesta: no, no va a automatizarlo todo, y quien te diga lo contrario o no sabe, o vende humo, o tiene intereses detrás.

Es más, incluso aquello que la IA puede automatizar requiere trabajo humano. Programarla para que te automatice una tarea concreta te puede llevar días, incluso semanas, dependiendo de la complejidad. ¿Qué luego te ahorra tiempo? Por supuesto. ¿Qué a veces compensa? Muchísimo. Pero esa narrativa de que “la IA lo hace sola” es una mentira gorda con envoltorio brillante. Algo de lo que me queje en la ronda de preguntas de la charla de IA en las audiovisuales. Dejemos de vender que es inmediato y podemos fiarnos, porque ni una ni otra.

De hecho, hace poco escuchaba a un agricultor contarlo mejor que cualquier experto: decía que su tractor “ya lo hace todo solo”. Así, literal. Pero inmediatamente después añadió que aun así tienen que trabajar dos personas en él: uno en la cabina, controlando, y otro fuera, vigilando que nada se atasque, que no haya un imprevisto, que el sistema no “alucine”. Porque sí, la IA en su tractor funciona como si fuera un Tesla autoconducido: ellos programan el recorrido, le dicen qué hacer y la máquina trabaja. Pero también reconoció que estos cacharros todavía tienen “alucinaciones” y errores que solo pueden ser corregidos mediante criterio humano.

Este ejemplo, tan terrenal y directo, es la metáfora perfecta de lo que ocurre en prácticamente todas las áreas donde la IA quiere pisar fuerte: se automatizan partes, se facilitan procesos, se acelera el trabajo… pero la intervención humana sigue siendo irremplazable.

Y aquí conviene hacer una diferenciación clave: no hay una sola IA. Es un paraguas enorme bajo el que conviven sistemas muy distintos. Pero si nos centramos en las tres que están más de moda, las tres que más conversación generan hoy, podemos hablar de:

  1. Los bots automatizados, los pequeños robots digitales que vigilan internet y hacen tareas que programamos.

  2. Las IA generadoras de texto, capaces de producir escritos, análisis, resúmenes y contenidos con enorme fluidez.

  3. Las IA generadoras de imágenes, las favoritas del mundo creativo y del público que quiere “dibujar” sin saber dibujar.

Vamos por partes, porque cada una de ellas refleja de forma distinta ese mito de la automatización total.

1. Los bots: los primeros “obreros” de la inteligencia artificial

Los bots llevan años viviendo con nosotros. No son nuevos ni revolucionarios en su concepto, aunque sí lo son en su capacidad actual. Son programas automatizados que ejecutan acciones muy concretas: vigilar precios, comprar productos, analizar datos, postear contenido, monitorear actividades, realizar seguimientos, etc.

Un familiar utilizó uno para comprar tarjetas gráficas cuando estaba todo el boom de las criptos, aquel momento en que era imposible conseguir una porque desaparecían en segundos. Y le funcionó. La programó, definió el rango de precios, estableció alertas… y cuando la tarjeta salió disponible, el bot actuó más rápido que cualquier comprador humano.

Esto es un ejemplo perfecto de lo que sí automatiza la IA: tareas repetitivas, es decir, procesos mecánicos que siguen reglas claras. Pero incluso en ese caso: alguien tiene que programar al bot, alguien tiene que darle parámetros, alguien tiene que supervisar si no entra en bucle, alguien tiene que validar resultados, alguien tiene que ajustar errores cuando algo falla. E incluso no es infalible, pues hay otros bots que pudieron ser mas rápidos.

Automatización parcial, no absoluta.

2. Las generadoras de texto: potentes, útiles… pero no omnipotentes

Las IA como ChatGPT o Gemini han revolucionado la narrativa pública porque por primera vez una tecnología “habla” con naturalidad. Produce textos coherentes, resuelve dudas, explica conceptos, escribe artículos, genera ideas.

Es tentador pensar que esto lo va a automatizar todo: trabajos, redacciones, informes, comunicación, atención al cliente, educación. Pero en realidad: La IA se equivoca. Necesita contexto. Necesita correcciones. No tiene criterio propio. No puede reemplazar decisiones humanas. No puede asumir responsabilidades legales ni éticas. No entiende las consecuencias de lo que escribe, solo predice patrones.

Lo que hace es acelerar procesos que antes nos tomaban tiempo, pero sigue necesitando supervisión humana. De hecho, cualquiera que haya trabajado con IA generativa sabe que muchas veces lo más importante no es pedirle algo, sino corregir lo que produce.

La IA no piensa: calcula. La IA no crea: combina. La IA no decide: predice. Y eso, por muy útil que sea, nunca será suficiente para automatizar “todo”.

3. Las generadoras de imagen: creatividad asistida, no creatividad autónoma

Midjourney, DALL·E, Stable Diffusion y compañía han permitido que cualquier persona genere imágenes sorprendentes con simples descripciones. Son una maravilla tecnológica, no hay duda. Pero también reflejan perfectamente los límites de la automatización.

Estas IA no “ven”, ni “comprenden”, ni “diseñan” desde cero. Lo que hacen es reinterpretar millones de patrones visuales para producir algo nuevo siguiendo tu instrucción. Pero aún fallan en: anatomía, coherencia espacial, repetición de detalles, manos, ojos, simetrías, contextos complejos, continuidad estilística precisa, interpretación exacta del gusto humano. Y son magnificas para pelotear, pero aun no puedes sacar un buen producto con ellas. Que no quita que la gente venda cosas echas con estas tecnologías y venda. También se venden productos de calidad y resistencia de plásticos cuestionables y nadie pone en duda, que sean baratijas.

Y sobre todo, fallan en el sentido artístico. Ese algo intangible que hace que una ilustración no sea solo una imagen, sino una estrategia visual. Esa capa emocional que solo un humano puede decidir.

De nuevo: herramienta, no sustituto.

Por ello…

Por ello, la IA no es una gran revolución, solo un artefacto más dentro del continuo proceso de transformación industrial. La verdadera revolución no está en la máquina, sino en el ser humano. El pensamiento lateral, la creatividad, la capacidad de imaginar productos, historias, conceptos, soluciones… eso sí es revolucionario, y es nuestro. La IA únicamente replica parámetros que le damos, aprende por imitación, por patrones, por repetición. No tiene voluntad, no tiene intención y, desde luego, no actúa por tu beneficio propio.

Puede ayudarnos a plantear nuevas hipótesis, puede acelerar procesos, puede abrir puertas que antes nos costaban más, pero necesita que le pidamos, que la guiemos, que la corrijamos. No hace nada por sí misma. No innova por iniciativa. No crea porque desee crear.

La verdadera revolución siempre ha sido, y seguirá siendo, el ser humano. La máquina es solo un instrumento más en nuestro camino.