Si las grandes superficies no han dejado de lado el marketing físico, ¿por qué tú sí?
El marketing físico tiene una ventaja natural para los negocios de proximidad: la conexión directa con la comunidad.
José Daniel Martín
11/5/20257 min leer
Si las grandes superficies no han dejado de lado el marketing físico, ¿por qué tú sí?
Hay una cuestión que me ronda la cabeza desde hace tiempo, y que cada vez que paseo por la ciudad, se me hace más evidente. Es una pregunta simple, pero con mucha miga: si las grandes superficies no han dejado de lado el marketing físico, ¿por qué tú sí?
Lo digo porque parece que últimamente todo el mundo se ha subido al carro de lo digital. Que si anuncios en Instagram, que si campañas de Google Ads, que si los reels, los influencers, los leads, los funnels… todo muy moderno, muy medible y muy cómodo. Pero mientras los pequeños negocios se rompen la cabeza intentando sacar rendimiento a un clic o a un seguidor, las grandes marcas —esas que supuestamente “ya no necesitan” el marketing tradicional— siguen empapelando las calles, llenando los buzones de folletos y alquilando las vallas publicitarias de las autovías.
Y entonces, no puedo evitar preguntarme: ¿quién está entendiendo mejor el juego?
La moda del “todo digital”
Vivimos en la era del “si no estás en redes, no existes”. Es una frase que se repite hasta la saciedad y que, de tanto oírla, muchos se la han creído a pies juntillas. No importa si tu negocio es una panadería de barrio, una peluquería o una ferretería: parece que si no tienes una cuenta de Instagram con publicaciones constantes, vídeos editados y campañas segmentadas, estás fuera del mapa.
El problema es que esta tendencia ha llevado a muchos emprendedores a abandonar por completo el marketing físico, como si fuera un vestigio del pasado, una herramienta obsoleta. Pero no lo es. Y los grandes lo saben.
El marketing digital es fantástico, sí. Es inmediato, flexible, permite segmentar audiencias y medir resultados al detalle. Pero no sustituye al físico, lo complementa. Y ese matiz es clave.
Las grandes superficies siguen apostando por lo tangible
Solo hay que fijarse un poco: Carrefour sigue buzoneando sus catálogos, Leroy Merlin imprime promociones en carteles visibles desde la carretera, Ikea te deja un folleto en el buzón con sus novedades, y Decathlon te saluda desde una valla antes de llegar al centro comercial.
Si estas compañías, con departamentos enteros de marketing digital, siguen invirtiendo millones en publicidad física, ¿no será porque funciona?
No es casualidad. El marketing físico tiene algo que el digital ha intentado replicar sin éxito: presencia real. Cuando ves un cartel enorme de una marca en la autovía, no puedes “hacer scroll” y pasarlo de largo. Está ahí, te acompaña unos segundos, te obliga a mirar. Lo mismo pasa con un folleto bien diseñado que te llega al buzón o que te dejan en el parabrisas del coche: lo tocas, lo hojeas, lo ves en tu casa, en tu entorno cotidiano. Es tangible. Y eso genera confianza.
El abandono de lo físico en los pequeños negocios
En cambio, la mayoría de los pequeños negocios han hecho justo lo contrario. Han abandonado el marketing físico casi por completo. Y lo entiendo: el marketing físico tiene una barrera de entrada más alta.
Para hacer una buena campaña de buzoneo, tienes que diseñar el folleto, imprimirlo (y la imprenta no es barata), organizar la distribución, recorrer calles, colocar, repartir… Es un esfuerzo real. En cambio, con los anuncios online, todo parece más sencillo: haces clic, defines el público, eliges un presupuesto y dejas que el algoritmo haga el resto.
Pero aquí está la trampa: la facilidad no siempre equivale a efectividad.
En un comercio local, los resultados del marketing digital son más difusos. Los clics y las impresiones no se traducen siempre en visitas reales. La segmentación puede ser buena, pero el impacto se diluye en un mar de distracciones. Y al final, lo que buscas es que la gente entre por la puerta, no que simplemente vea tu anuncio entre un vídeo de gatitos y otro de recetas.
Lo físico no ha muerto: se ha transformado
Muchos asocian el marketing físico con viejas prácticas: repartir panfletos sin ton ni son, llenar las farolas de carteles o empapelar paredes. Pero hoy el marketing físico puede ser mucho más inteligente y estratégico.
Un folleto bien diseñado, con una oferta clara, una llamada a la acción concreta y una estética coherente con tu marca, puede tener un impacto directo y medible. Puedes añadir un código QR que dirija a tu web o una promoción exclusiva para quienes presenten el folleto en tienda. Así unes lo físico con lo digital, creando una experiencia híbrida.
Y lo mejor: la competencia en este terreno ha disminuido tanto que el impacto es aún mayor. En un buzón saturado de emails, tu correo físico destaca. En un barrio donde nadie reparte publicidad, el único folleto que llega se convierte en protagonista.
El marketing físico como esfuerzo recompensado
Hablo desde la experiencia. Soy —como muchos autónomos— el chico para todo. Hago los folletos, los vídeos, los anuncios online y, cuando toca, me cuelgo la mochila y salgo a repartir por el barrio.
Al principio pensaba que el esfuerzo no valdría la pena, que con el mismo dinero podía pagar una campaña de ads que me diera miles de impresiones. Pero después de dos años probando y comparando, llegué a una conclusión que no me esperaba: el marketing físico convierte más.
No solo atrae más clientes al local, sino que también refuerza el recuerdo de marca. La gente que me ve en redes y luego recibe mi folleto o pasa junto a mi cartel, me reconoce. Y cuando finalmente necesita mi producto, se acuerda. No porque haya visto un anuncio fugaz, sino porque me tiene en mente como parte de su entorno.
El esfuerzo físico; salir, repartir, hablar con la gente, explicar lo que haces, tiene un valor que el clic no puede replicar. Es más humano. Curiosamente, el simple hecho de verte recorrer el barrio dejando folletos genera un impacto más profundo que el propio folleto. La escena del esfuerzo humano despierta una curiosidad de los viandantes que ninguna publicidad inmóvil puede igualar.
El poder de lo local
El marketing físico tiene una ventaja natural para los negocios de proximidad: la conexión directa con la comunidad.
Cuando repartes folletos, no estás solo dejando papeles. Estás caminando por las calles donde viven tus clientes, viendo sus rutinas, entendiendo sus horarios, reconociendo sus necesidades. Esa observación te da información que ninguna plataforma digital puede ofrecer.
Además, el boca a boca se potencia. Un vecino comenta con otro, alguien ve tu cartel en la panadería, otro recibe tu folleto y lo guarda en la nevera. Pequeños impactos que se suman y crean una red de reconocimiento.
El marketing digital puede mostrarte, pero el físico te ancla en el territorio. Te hace real, visible, confiable.
Complementar, no sustituir
El error no está en apostar por lo digital, sino en pensar que eso basta. Las estrategias más efectivas hoy son las que combinan ambos mundos.
Una campaña de buzoneo puede dirigir tráfico a tu web mediante un código QR; un cartel en el barrio puede invitar a seguirte en redes; un cliente que te descubra en Instagram puede reconocerte después por un rótulo o un cartel en su ruta diaria. Cada canal alimenta al otro.
Y cuando ambos se refuerzan, la marca se vuelve más sólida.
Por eso, cuando veo a pequeños negocios dejando por completo el marketing físico, me da un poco de vértigo. Están abandonando una vía que, aunque requiera más esfuerzo, ofrece resultados reales, palpables y sostenibles.
Los grandes lo saben (y no lo sueltan)
Piénsalo. Si las multinacionales con presupuestos millonarios, equipos de analistas y acceso a todas las herramientas digitales siguen invirtiendo en marketing físico, ¿no será porque saben que la omnipresencia es lo que genera marca?
Las vallas, los catálogos, los rótulos luminosos y las campañas en papel no son una casualidad: son parte de una estrategia que busca estar presente en todos los niveles de la percepción del cliente.
Y tú, con tu negocio local, no necesitas millones para hacerlo. Solo constancia, creatividad y una dosis de esfuerzo físico.
Volver a lo básico (sin dejar lo moderno)
En un mundo donde todo es pantalla, lo que se toca, se huele o se ve en la calle adquiere un valor emocional enorme. Las personas están saturadas de impactos digitales. Ya no reaccionan igual a un anuncio que aparece entre dos stories. En cambio, algo físico puede romper la rutina, despertar curiosidad, generar cercanía.
El marketing físico no es solo una herramienta publicitaria; es una declaración de presencia. Es decirle al cliente: “estoy aquí, en tu barrio, a unos pasos de tu casa”.
Y eso, para un comercio local, vale oro.
Conclusión: el esfuerzo tiene su recompensa
Después de mucho probar, medir y comparar, puedo decirlo con certeza: el marketing físico no está muerto, solo olvidado.
Y lo curioso es que quienes más podrían beneficiarse de él —los pequeños negocios, los autónomos, los comercios de barrio— son quienes más lo han abandonado. Mientras tanto, los gigantes siguen ocupando los espacios físicos con fuerza, conscientes de que lo tangible deja huella.
El marketing digital es una herramienta maravillosa, pero sin una base física que lo respalde, se queda en el aire. Un clic puede traer una visita, pero un folleto puede traer un cliente fiel.
Así que la próxima vez que pienses en tu estrategia de marketing, recuerda:
Si las grandes superficies no han dejado de lado el marketing físico, ¿por qué tú sí?
Porque, al final del día, el esfuerzo tiene sus recompensas. Y cuando tu marca está presente en la calle, en el buzón y en la pantalla, el cliente no solo te ve: te recuerda, te reconoce y te elige.
